El viaje.
Finalmente llegó el día, en medio de un mar de emociones y de maletas.
Primero mi odisea física.
Llegue al puerto a las 6 a.m y resultó que llevaban 18 horas sin luz, por lo tanto el SAIME no estaba trabajando, si querías sellar debías pagar, luego de tres horas de espera y con la amenaza de que cerrarian Migracion Colombia a las 11 y nuestro pasaje era para las 4 p.m, pagamos.
En migración Colombia la mujer dejó muy claro que no puedo trabajar, que soy turista, nada amablemente, me selló con un golpe seco.
El primer sello de mi pasaporte.
En el viaje del Puerto a Cúcuta me caía de sueño, pero no quería dormir, sentía que todo y todos eran una amenaza.
En Cúcuta ya estaba agotada, a las diez de la mañana deseaba que fuesen las tres de tarde
y estar rumbo a los brazos de mi chico, la ciudad es un desastre, no tenía wifi así que no podía comunicarme con él y todos eran muy groseros u hostiles.
Al fin llegó el momento, ya en el autobús todo parecía más fácil, quince horas después, llegué a Bogotá, hermosa y elegante a mi paso, me senté a tomarme un café que pagué con dos monedas (muy impresionante para mí) y a esperar.
Luego de media hora, volteé por casualidad y ahí estaba, caminando hacia mí, me lancé a sus brazos y finalmente besé sus labios, nada más importa, todo está bien.
Mi odisea espiritual es otra, prometí a Dios no desesperarme si me cuidaba, él cumplió y yo también, y aquí estoy.
¡Rumbo al éxito!
Primero mi odisea física.
Llegue al puerto a las 6 a.m y resultó que llevaban 18 horas sin luz, por lo tanto el SAIME no estaba trabajando, si querías sellar debías pagar, luego de tres horas de espera y con la amenaza de que cerrarian Migracion Colombia a las 11 y nuestro pasaje era para las 4 p.m, pagamos.
En migración Colombia la mujer dejó muy claro que no puedo trabajar, que soy turista, nada amablemente, me selló con un golpe seco.
El primer sello de mi pasaporte.
En el viaje del Puerto a Cúcuta me caía de sueño, pero no quería dormir, sentía que todo y todos eran una amenaza.
En Cúcuta ya estaba agotada, a las diez de la mañana deseaba que fuesen las tres de tarde
y estar rumbo a los brazos de mi chico, la ciudad es un desastre, no tenía wifi así que no podía comunicarme con él y todos eran muy groseros u hostiles.
Al fin llegó el momento, ya en el autobús todo parecía más fácil, quince horas después, llegué a Bogotá, hermosa y elegante a mi paso, me senté a tomarme un café que pagué con dos monedas (muy impresionante para mí) y a esperar.
Luego de media hora, volteé por casualidad y ahí estaba, caminando hacia mí, me lancé a sus brazos y finalmente besé sus labios, nada más importa, todo está bien.
Mi odisea espiritual es otra, prometí a Dios no desesperarme si me cuidaba, él cumplió y yo también, y aquí estoy.
¡Rumbo al éxito!
Comentarios
Publicar un comentario